El final del verano no solo marca la vuelta a la rutina y al ritmo habitual en las empresas, también supone un momento crítico en términos de seguridad digital. Septiembre es, por tradición, un mes de reinicio: se reactivan proyectos, aumenta la actividad comercial, vuelven las reuniones y, con ellas, también se multiplican los riesgos asociados a la ciberseguridad.

En este contexto, muchas organizaciones caen en un error común: centrar sus esfuerzos únicamente en retomar la operativa y dejar en segundo plano la seguridad. Sin embargo, es precisamente en estos momentos de transición cuando los ciberdelincuentes encuentran mayores oportunidades. Equipos que vuelven con menos rodaje tras semanas de desconexión, sistemas que han estado sin uso o con menos supervisión, credenciales olvidadas o almacenadas de forma insegura… todo esto genera un escenario ideal para ataques y brechas de seguridad.

Por ello, hablar de reforzar la seguridad digital en la vuelta al trabajo no es una recomendación, sino una necesidad estratégica.

Un entorno de amenazas cada vez más sofisticado

Durante los últimos años, los ataques cibernéticos han crecido tanto en volumen como en sofisticación. El ransomware, por ejemplo, ya no se limita a bloquear archivos: ahora incluye extorsión, robo de datos y filtración de información sensible. El phishing ha evolucionado hacia campañas hiperpersonalizadas gracias a la IA, capaces de imitar a la perfección la forma de escribir de un directivo.

Además, la multiplicación del trabajo híbrido y la nube ha generado nuevas superficies de ataque: redes domésticas menos seguras, dispositivos personales conectados a sistemas corporativos, aplicaciones SaaS que requieren una gestión adecuada de accesos… Todo ello en un escenario en el que la ciberseguridad debe ser un pilar transversal de la estrategia empresarial.

Tras el verano, los atacantes saben que los equipos humanos están menos atentos. Y es precisamente ese “relajo postvacacional” el que convierte esta etapa en un momento especialmente vulnerable.

El papel clave de la concienciación del empleado

Si bien la tecnología es una parte esencial de la ciberseguridad, no podemos olvidar que el primer eslabón de la cadena sigue siendo la persona. De hecho, la mayoría de incidentes graves tienen como origen un descuido humano: una contraseña débil, un enlace abierto sin comprobar, un archivo descargado sin analizar.

En la vuelta al trabajo, resulta clave reforzar campañas de concienciación que recuerden a los empleados aspectos básicos como:

  • No compartir contraseñas ni almacenarlas en lugares inseguros.
  • Verificar siempre la procedencia de los correos electrónicos antes de abrir enlaces o adjuntos.
  • Utilizar las VPN corporativas en conexiones externas.
  • Mantener actualizados sus dispositivos, tanto portátiles como móviles.

La formación continua es aquí la mejor vacuna. Programar pequeñas píldoras de recordatorio, simulaciones de phishing o incluso incluir la seguridad digital en las reuniones de arranque de curso puede marcar la diferencia entre una operación segura y una brecha de datos millonaria.

ITIL y la gestión estructurada de la seguridad

Aquí entra en juego un marco como ITIL, que no solo organiza los procesos de TI, sino que también aporta estructura y previsibilidad en materia de seguridad. Desde la perspectiva de ITIL, la seguridad debe entenderse como un servicio transversal que acompaña todas las fases de la gestión tecnológica.

Esto implica que el Service Manager y los equipos de soporte no solo deben reaccionar a incidentes, sino anticiparse. Algunas prácticas ITIL clave en este sentido son:

  • Gestión de incidentes: asegurar respuestas rápidas y documentadas ante cualquier incidente de seguridad.
  • Gestión de problemas: identificar patrones recurrentes que puedan derivar en vulnerabilidades mayores.
  • Gestión de cambios: evaluar los riesgos de seguridad cada vez que se realiza una actualización o integración en los sistemas.
  • Gestión de la continuidad del servicio: contar con planes claros de recuperación ante desastres, incluyendo ciberataques.

Incorporar estas prácticas ayuda a garantizar que la seguridad no sea un parche temporal, sino un proceso continuo, integrado en la cultura de la empresa.

Medidas técnicas imprescindibles tras el verano

La concienciación y los marcos de gestión son claves, pero también lo es contar con un set mínimo de medidas técnicas que se revisen especialmente al volver de vacaciones:

  1. Actualizaciones y parches: asegurarse de que todos los sistemas y aplicaciones han recibido las últimas actualizaciones. Muchos ataques se basan en vulnerabilidades ya conocidas que no han sido parcheadas.
  2. Revisión de accesos: comprobar que las cuentas de empleados que ya no están en la empresa se han dado de baja, y que los permisos de cada usuario son los adecuados a su rol.
  3. Copias de seguridad: verificar que los backups están actualizados, son accesibles y se encuentran almacenados de forma segura en ubicaciones separadas.
  4. Autenticación multifactor (MFA): reforzar los accesos críticos con métodos adicionales de validación.
  5. Monitorización activa: implantar o revisar sistemas de monitorización que permitan detectar actividad sospechosa de forma temprana.

Un enfoque de mejora continua

Reforzar la seguridad digital tras el verano no debería verse como una acción puntual, sino como un recordatorio de que la ciberseguridad es un proceso vivo. Cada incidente, cada intento de ataque y cada aprendizaje interno debe alimentar la mejora continua.

Esto significa que no basta con reaccionar, sino con registrar, analizar y convertir la experiencia en medidas preventivas. Aquí el Service Manager vuelve a jugar un papel clave, asegurando que la voz del cliente, los equipos internos y la estrategia de la empresa estén alineados.

Un ejemplo práctico: el caso de la reactivación de cuentas

Imaginemos una empresa que, al volver de vacaciones, detecta que varias cuentas de usuario habían quedado bloqueadas por inactividad. Aparentemente es un problema menor, pero al reactivarlas sin los controles adecuados se reabrió también el acceso a un ex empleado.

Este tipo de situaciones son más comunes de lo que parece, y reflejan por qué es tan importante tener protocolos claros. Con una buena gestión ITIL de accesos y con políticas de seguridad bien definidas, el incidente se podría haber evitado por completo.

La vuelta al trabajo tras el verano es un momento ideal para revisar, reforzar y actualizar la estrategia de seguridad digital. Más allá de ser una medida preventiva, es también un mensaje claro hacia los empleados y clientes: la seguridad no se descuida en ningún momento.

Invertir en tecnología, procesos y formación no solo evita costes asociados a incidentes, también genera confianza y posiciona a la organización como un socio fiable en el largo plazo.

En Prodware lo tenemos claro: la seguridad digital es un pilar de nuestra propuesta de valor. Y ahora que regresamos a la actividad con toda la energía, es también el momento perfecto para demostrar que, frente a las amenazas, contamos con la mejor defensa: equipos preparados, procesos maduros y tecnología al servicio del cliente.