Tras la crisis sanitaria toca mantener la separación física, manteniendo la cercanía humana. En esta nueva normalidad toca innovar, destruir lo que no se adapta, para tejer soluciones a medida y hacer frente a la imperiosa necesidad. Más que nunca necesitamos el ingenio -también el tecnológico- para lograr darle vuelta a la tortilla. Con prudencia, perseverancia e innovación, de ésta salimos.
Estamos en un momento histórico, en el que lo digital es un bien necesario para conservar nuestra actividad. Está claro, que como en muchos momentos históricos, todo lo conocido está convulsionando y metafóricamente, esa convulsión vibrante nos mueve a buscar soluciones para mantener la normalidad, dentro de lo posible.
El distanciamiento social conlleva, en muchos casos, teletrabajo para los adultos y educación a distancia para la población infantil, adolescente y universitaria. A estas alturas de evolución de la pandemia, todavía no sabemos la fecha para retomar las clases presenciales o si, a medio plazo, la nueva enseñanza se acercará a una modalidad mixta o semipresencial. Lo que sí se conoce es que este virus está transformando estructuralmente la institución que nos prepara para la vida real. Una institución, a la que llegamos como alevines y que nos dota de herramientas para crecer y desarrollarnos el resto nuestras vidas.
Hoy el ámbito de la educación es consciente de que la formación a distancia no es un simple plan b, sino una realidad minimizadora de dependencias, que permite a profesores y estudiantes seguir intercambiando conocimientos y tácticas para “progresar adecuadamente”. Es obvio que la teleformación no es equiparable a la formación presencial, pues es una realidad diferente, pero basándonos en lo que nos toca vivir, nos proporciona la gran ventaja de poder seguir conectados al entrenamiento vital, sin la necesidad de estar en una misma aula.
Si comparamos el mundo empresarial con el académico, en algunas empresas antes del Covid ya estábamos teletrabajando parcialmente. En parte, para algunos de nosotros lo “tele” ya era nuestra normalidad y ante esta circunstancia, lo que hemos aprendido es que el proceso de adaptación hay que sufrirlo y superarlo, pero una vez superado, nos trae multitud de avances. De hecho, gracias a herramientas como Teams, trabajar no es sinónimo de presencial y lo mismo ocurrirá en las escuelas, en breve, con #Teamsforeducation.
Sin duda, practicar la capacidad de adaptación es el mejor kit a entregar a nuestros alevines, pues de eso va la vida real. Esa es la gran noticia con la que me quedo este caluroso 25 de mayo.
Con la adaptación a las nuevas herramientas para la educación, profesores y estudiantes ganarán una enriquecedora experiencia en gestión de crisis, a la par de nuevas habilidades de supervivencia del siglo XXI, como lo son: la comunicación, la colaboración y las destrezas tecnológicas.
Este aprendizaje digital y vital preparará a marcha forzada a la sociedad en una etapa postindustrial convulsionante, dónde no saber manejarse con los dispositivos habituales es prácticamente sinónimo de ser analfabeto.
Con el Covid se ha dado un salto exponencial en la asignatura de la digitalización. Esta vez, no ha habido alternativa, así que cuánto antes combatamos el rechazo y los frenos, antes brotarán nuevas oportunidades y enfoques para surfear la ola de la vida.
Como publicaba hace unos días, subscribiendo el nuevo slogan de Prodware y su iniciativa de Digital Boost, si la vida te trae limones, aprende (rápido) a hacer limonada.